Érase una vez un tipo llamado Rodríguez que se envolvía en humo en el escenario y que a menudo tocaba de espaldas en pequeñas salas de Detroit (EEUU).

Eran tiempos de luchas activistas y de grandes esperanzas, así que fichó por una discográfica que decidió apostar por su folk ácido y político con un puntito de soul. Sus dos discos fueron un absoluto fracaso en las Américas, así que decidió colgar la guitarra y consagrar su talento a trabajar como albañil en su ciudad natal.

 

Rodríguez

 

Durante casi un cuarto de siglo, nuestro hombre de origen mexicano vivió ajeno a una extraña ironía: mientras él asociaba el concepto “obra” al  cascote y al ladrillo, su “obra”  cambiaba la vida de millones de personas en Suráfrica. Porque durante todos esos inviernos que él vivió en su modesta casa, sus canciones triunfaban en la otra parte del mundo.

En Suráfrica, su música había sido la banda sonora de toda la lucha contra el apartheid y allí, en ese país y en otros como Australia y Nueva Zelanda, era más conocido que Elvis y vendía tanto como The Beatles. Él, durante todos esos años, se levantaba para ir a trabajar en la restauración de casas, sin saber que en realidad era una gran estrella.

La historia de Sixto Rodríguez bien podría llevar como título: El cuento más bonito del mundo. O, al menos, El documental más hermoso del 2012, en el que no hablan grandes estrellas rodeadas de guitarras caras, sino su compañero albañil, un borracho de bar, la gente de su barrio, los fans que más le quieren, la gente que creía conocerlo, pero que no tenía ni idea de lo que podría haber sido y en realidad acabaría por ser.

Mientras él seguía colaborando con las asociaciones solidarias de su barrio, mientras ejercía de héroe a nivel local de la clase trabajadora, un par de fanáticos de Rodríguez, dos habitantes de Cape Town que responden por los nombres de Stephen Segerman y Craig Bartholemew, decidían que era el momento de buscar a sus herederos, de encontrar su rastro.

Esto se convierte, aquí y ahora, en una historia de detectives. Esta pareja incansable y entusiasta rastrea los versos de sus canciones, los nombres propios de calles y personajes, para encontrar algún indicio de dónde podría venir esa voz. Los discos habían entrado de contrabando y, como sucede con todo mito, el misterio había deformado la leyenda de ese cantante: la única imagen que tenían de él era la de la portada del disco que tan famoso se había hecho (la censura rayaba con un punzón las pistas del LP Cold Facts para que no pudieran emitirse en la radio; en su cubierta: una especie de duende sentado como un indio, con sandalias y gafas de mosca beat, flotaba suspendido en una burbuja, como su voz y su leyenda), ni siquiera sabían dónde había nacido y muchos afirmaban saber a ciencia cierta que había muerto (algunos decían que se había suicidado en un escenarios, otros que había caído por una sobredosis).

 

 

Sixto Rodríguez

 

En un verso de una canción hallaron una pista: se hablaba de una zona de Detroit. Lograron, al fin, encontrar a una de las hijas y después de hablar más de media hora con ella le preguntaron dónde descansaban sus restos: “¿Muerto? ¿Cómo muerto? Mi padre está vivo”. Cuando escucharon que estaba entre nosotros y currando en la construcción casi pierden el aliento. Poco después, una voz de ultratumba, el misterioso timbre del cantante, llamaba por teléfono a uno de sus buscadores. Faltaba poco desde esa primera conexión para que Sixto Rodríguez, que hasta ahora había tocado ante un máximo de 300 personas más bien poco atentas, se viera en una habitación lujosa surafricana a punto de hacerlo ante 5.000. Varios días seguidos. Aforo completo. Nadie, ni siquiera él, cantaba sus canciones, pero ahora los blancos liberales de este país las coreaban todas y se sentían los más dichosos del mundo por ver en directo a un ídolo que creían muerto. Como Jim Morrison tocando ahora en Los Ángeles, o Elvis en Las Vegas o Memphis. Devuelto a la vida, literalmente.

El dj David Holmes lo invitaría entonces a regrabar su canción más conocida (Sugar Man) con una orquesta de 30 músicos y la película sobre su vida se convertiría en uno de los filmes del año. Desde entonces, ha tocado por todo el planeta y para grandes audiencias, pero continúa viviendo en la misma casa de Detroit, comprando el pan en el mismo sitio, tocando la misma guitarra, donando gran parte del dinero, siendo el verdadero Sixto Rodríguez más allá de la proyección mítica y espectacular que de él se tenía en la otra punta del planeta.

 

 

[youtube id=’qyE9vFGKogs’]

 

Otros usuarios llegaron aquí buscando:

Rodríguez, Sixto Rodriguez, Sixto Rodriguez, Sixto Rodríguez Sugar Man,Sixto Rodríguez Sugar Man